En un masaje vibracional se utilizan cuencos tibetanos y cuencos de cuarzo, aunque también se pueden usar pandero chamánico, canto de armónicos, gongs y otros instrumentos ancestrales que el terapeuta crea conveniente.
El cliente se encuentra vestido y acostado boca abajo con los ojos cerrados, concentrado exclusivamente en la vibración y el sonido que recibe. El terapeuta golpea o frota con una baqueta los diferentes instrumentos, produciendo el sonido y la vibración que les es propia.
Este tipo de terapia se basa en el principio de resonancia mediante el cual una vibración que es más intensa y armónica contagia a otra no saludable, más débil o incluso disonante. Esto explica por qué la vibración llega a través de su frecuencia de onda y provoca, a su vez, una vibración similar en el cuerpo de la persona, proporcionándole relajación y paz mental.
Con este tipo de sonido se modifican además las ondas cerebrales, ayudando a entrar en otros niveles de conciencia, posibilitando que el cliente se vuelva más receptivo a la autosanación.